La inédita situación de los adultos mayores

La inédita situación de los adultos mayores

Los que deberemos vivir confinados por el coronavirus
Los epidemiólogos más renombrados del mundo aseguran que el 70% de la población mundial se contagiará del COVID-19, y que de ese porcentaje un 80% de los infectados serán asintomáticos o apenas presentarán síntomas. Asimismo, un 20% de los afectados deberá ser asistido médicamente y un 5% tendrá consecuencias más severas. Ellos deberán ser aislados en salas de terapia intensiva donde pelearán contra la muerte. Algunos sobrevivirán sin consecuencias, otros quedarán con secuelas neurológicas y una minoría morirá.

En una población como la de Argentina, estimada en unos 44 millones de habitantes, esas cifras serían, aproximadamente, las siguientes: 35.5 millones de infectados por el COVID-19; de esos, 7.1 millones padecerán la enfermedad al punto que tendrán que ser hospitalizados. Y finalmente unos 355.000 sobrevivirán con respiradores, y de esos, miles morirán.
Si se cumplen estos pronósticos las cifras son realmente aterradoras. Estados Unidos, Francia, el Reino Unido, España e Italia demuestran que esta nueva enfermedad es para tener muy en cuenta, porque hace pocos meses que irrumpió en el mundo y nadie sabe cuáles son las consecuencias sanitarias y económicas que acarreará a largo plazo.

“Pertenezco al grupo etario y sanitario de mayor riesgo: más de 70 años, con infarto, cuatro bypass y prediabetes”

Se sabe que los mayores de 60 años y/o con enfermedades preexistentes como diabetes, enfermedades coronarias y pulmonares son las principales víctimas de esta pandemia, aunque de tanto en tanto aparecen excepciones que rompen la regla. En efecto, se han dado casos extraños, con jóvenes sanos, adultos sanos y hasta niños sanos que murieron por el coronavirus.
Casi todos los epidemiólogos del mundo están abocados al estudio de esta enfermedad, enfrascados en una carrera desesperada contra el tiempo para obtener una vacuna que inmunice a la población mundial, aunque todavía es insuficiente lo que se sabe sobre el COVID-19. Lo que sí es cierto y real es que los adultos mayores son los más afectados y, proporcionalmente, los que más mueren por este virus. De allí que varios gobiernos recomendarán que los integrantes de este grupo etario deberán vivir aislados del resto de la población por un largo tiempo. En Francia, Argentina y otras naciones, varios gobiernos dieron un paso más allá: directamente ordenaron que los adultos mayores (eufemismo por viejos) no pueden salir a las calles. Para nada.
En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires esta medida está ya en vigencia. En realidad, vigente “a medias”, debido al fuerte rechazo que recibió la propuesta del jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta al intentar instrumentar un protocolo que nos exigía a los ancianos pedir permiso para salir a la calle.
Escribí “nos exigía” porque yo mismo pertenezco al grupo etario y sanitario de mayor riesgo: más de 70 años, con infarto, cuatro bypass y prediabetes.
Igualmente, con o sin la policía de la Ciudad vigilándome, mi familia me tiene encarcelado. Literalmente, no me dejan salir ni para ver si llueve. Y aquí relataré cómo es la vida en cuarentena a full en la preciosa Ciudad de Buenos Aires.

Me cuida Agustina
Afortunadamente, vivo en una casa amplia y con gran terraza. Durante este tiempo oscuro paso mis días con mi esposa (64 años) y suegra (86 años). Mi hijo vive en el Conurbano bonaerense, trabaja “home office” y los fines de semana nos trae alimentos y hace algunas compras de cercanía. Para el resto de la semana, el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (GCBA) me asignó una voluntaria para realizar compras y tramitaciones para limitar mis necesidades de salir al exterior. En mi caso resultó ser Agustina Clarens, una joven de 19 años muy amable y con gran experiencia solidaria. Agustina se presentó diciendo la contraseña convenida con el GCBA y fue a buscarme barbijos al Centro. Luego nos realizó compras de proximidad y siempre está dispuesta a colaborar sin aceptar ningún tipo de compensación.
Agustina usó su nafta y abonó los peajes de su bolsillo. Cuando le pregunté sobre su vida, ella me respondió por Whatsapp:
“Tengo 19 años, trabajo en un estudio contable hace muy pocos meses, estoy cursando el Ciclo Básico Común en la Universidad de Buenos Aires, y me queda mi última materia para entrar en la carrera de Actuario. A mis 13 años comencé a ser catequista, lo cual estuve haciendo por 4 años. También en 4to año de la secundaria con el colegio íbamos los sábados a la villa a dar apoyo escolar. La idea de brindar servicios fue algo que siempre me llamó la atención; es un acto muy gratificante”.
“Cuando escuché en las noticias que el gobierno lanzó este programa para ayudar a adultos mayores”, continúa la joven, “inmediatamente me anoté. A los pocos días me llamaron para corroborar mis datos y luego para asignarme una persona. Muchos quizás piensan que anotarse es ponerse en riesgo uno por salir a la calle o poner en riesgo a tu familia, pero yo creo que no, creo que si pensáramos así todos, entonces los médicos tampoco irían a trabajar y no podrían salvar vidas. Con un poco de empatía y ver que hay gente que verdaderamente no puede salir a la calle porque son de riesgo, se puede realizar este acto voluntario de hacer algo por el prójimo”.

“El gobierno de la Ciudad de Buenos Aires me asignó una voluntaria para realizar compras y tramitaciones para limitar mis necesidades de salir al exterior”

Todo indica que en los próximos meses la cuarentena será flexibilizada en todo el mundo. Pero para los que estamos en zona de riesgo, sin dudas continuará hasta que se encuentre una vacuna o al menos un medicamento milagroso que combata a los infectados.
Por suerte algunos podremos sobrevivir gracias a la compañía familiar y al apoyo de voluntarios, que como Agustina, harán más llevadera esa prisión domiciliaria que por ahora no tiene plazos. ¤

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