Su pelo lacio cortado al tazón, su pícara sonrisa y su mano formando “un gestito de idea” eran su marca registrada.
Había nacido en 1925 en el barrio porteño de Chacarita bajo el nombre de Carlos Salim Balaa, y forjó su complicidad única con el público contando chistes a bordo de los colectivos de la línea 39 que recorrían -y recorren aún- la zona del famoso cementerio.
Carlitos tenía una conexión natural con los chicos; su aspecto bonachón y granuja a la vez hechizaba a los niños y sus padres por igual. Desde sus primeros pasos dentro del mundo del espectáculo, las revistas se peleaban por tenerlo en sus tapas; su juvenil cara de Paul McCartney con ojos y nariz de pajarito enamoraban a los lectores.
Debutó profesionalmente como parte del elenco de La Revista Dislocada, que se emitía por Radio Splendid. Luego se sumó a los programas de otros dos grandes del humor argentino; primero con Alberto Olmedo y su Capitán Piluso, y luego junto a José Marrone en El circo de Marrone. A partir de allí, y durante varias décadas, fue uno de los más prolíficos comediantes de la TV argentina. Participó en El Show Súper 9, junto a Mirtha Legrand, entre muchos otros programas, y ya cuando su estrella fue lo suficientemente brillante, comenzó a protagonizar sus propios shows, como El Soldado Balá, El Flequillo de Balá, y el inolvidable El Circus Show de Carlitos Balá.
A mediados de los 60, su figura había crecido a tales dimensiones que la TV comenzaba a quedarle chica; fue allí que pegó un salto hacia el cine, medio en el que llegó a protagonizar una veintena de películas, como la taquillera serie de Canuto Cañete, Dos Locos en el Aire, Las Locuras del Profesor, y Qué linda es mi familia, junto a Luis Sandrini, Niní Marshall y Palito Ortega.
Carlitos Balá fue el creador de incontables frases, gestos y estrafalarios artefactos que hoy forman parte de la historia de la TV y la cultura argentina en general, como su “Chupetómetro”, el “Perrito Angueto” (un perro invisible del que solo se veía la correa), su burlón “sumbudrule” y el ya mencionado “gestito de idea”, además de frases como “¿Qué gusto tiene la sal?”, “Más rápido que un bombero”, “Fabulósico”, “Un kilo y dos pancitos”, “Ya mismo y sin cambiar de andén”, y “Quédese tranquilo y duerma sin frazada”, por mencionar solo algunas.
Con más de medio siglo de trayectoria, Carlitos Balá es uno de los más grandes íconos de la cultura y el humor argentinos. Nombrado Personalidad Destacada de la Cultura por la Ciudad de Buenos Aires, ganador de un Martín Fierro a la Trayectoria, declarado en Roma Embajador de la Paz, y Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires por la Legislatura de la Ciudad, a Balá le sobraban títulos honoríficos a la hora de dejarnos, hace apenas unas semanas, a la edad de 97 años.
Y allí seguirá Carlitos, junto a nosotros, abrazado a Luis Sandrini, el Negro Olmedo, Carlos Gardel, el Flaco Spinetta, Tato Bores, Pepe Biondi, y tantos otros artistas que marcaron nuestra cultura para siempre. ¤