Roberto “Polaco” Goyeneche

A 30 años de su fallecimiento
La garganta con arena más emotiva del tango

En los inicios de su vida, Roberto “El Polaco” Goyeneche se hizo historia en el legendario barrio de Saavedra, más precisamente en la avenida del Tejar 3050 (actualmente Avenida Balbín), ubicación de la vivienda en donde había nacido el 29 de enero de 1926 (una versión contada por él mismo en algunas entrevistas). Algunos historiadores, sin embargo, aludieron a una segunda versión, acerca de que su nacimiento se produjo en Urdinarrain, provincia de Entre Ríos.
Una anécdota cuenta que su madre embarazada viajaba en tren hacia Buenos Aires y al adelantarse su parto, habría sido internada para dar a luz en un hospital de Urdinarrain, y que, al no encontrarse el médico de guardia, tuvo que ser asistida por una partera. Así lo recordó la misma en su momento, la ya desaparecida doña Santiaga Bondioni de Boero, la partera del alumbramiento.
Goyeneche es un ícono máximo de la cultura argentina e identidad del barrio porteño de Saavedra y por ende, su legado está cada vez más latente en su ámbito urbano. Fue un amante fiel a su barrio, tan así que en 1948, con veintidós años, se mudó a Melián 3167 cuando se casó con Luisa, con quien tuvo dos hijos, Roberto y Jorge.
Hay un cartel con su rostro en el cruce de las avenidas Balbín y Galbán, que dice: “Bienvenidos a mi barrio”. La Peña Roberto Goyeneche se creó en el club El Tábano, mientras que en Balbín y Tamborini, esquina conocida como “La Esquina del Polaco”, hay placas alusivas a su memoria, porque allí funcionó el bar San Quittín, tan frecuentado por el artista. Lamentablemente, la icónica residencia que atesora el pasado y la historia que tanto amó está en venta, porque la que fue su vivienda hoy se encuentra al borde de perderse a raíz de una necesidad económica irreversible. Su hijo Roberto Emilio, quien, a punto de cumplir 75 años, todavía lucha y no descarta su ilusión de convertir la propiedad en una casa museo, comentó hace poco: “Yo no quiero vender, ni tirar por la borda lo que hizo mi viejo, quisiera encontrar otra solución para que esta siga siendo la casa del Polaco y no se pierda la cultura que hay aquí dentro”.

Sus primeros años
A Goyeneche lo llamaban “el Polaco” por su descendencia vasca y por su cabellera dorada, un seudónimo que le fue dado por Ángel Díaz. Desde temprana edad, supo sumergirse en el mundo de los cafés y los cabarés, aquellos refugios de artistas y soñadores de la época de oro del tango en la década del 40.
Antes de su consagración como cantor, su primer empleo fue en un estudio jurídico, para después recorrer los caminos de Buenos Aires como chofer de colectivos de la línea 19. Además, fue taxista y mecánico, un trajinar que moldeó su espíritu con la vida para luego profundizar en su mismo arte. Fue un apasionado hincha del Club Atlético Platense, un vínculo que lo unió aún más a su amado barrio. Su voz se coronó por primera vez en 1944, cuando con apenas dieciocho años ganó un concurso de voces nuevas, y ese mismo año logró grabar y debutar en Radio Belgrano, conquistando así los corazones de aquellos que escuchaban sus primeras notas cuando iniciaba su carrera como cantor en la orquesta de Raúl Kaplún, con una afinidad sumergida en la corriente gardeliana, para luego encontrar su propio estilo, único y personal.

El salto a la fama
Sus primeros éxitos le permitieron ser convocado por la orquesta de Horacio Salgán en 1952, para luego formar dúo con Ángel Paya. Fue en 1956 cuando se unió a la legendaria orquesta de Aníbal Troilo, una dupla memorable que marcó un antes y un después en su carrera, inclusive con una gran amistad en común. Con Troilo a su lado, Goyeneche elevó el arte del fraseo, el punto y la coma a nuevas alturas, dotando a cada palabra de una profundidad e intensidad incomparables. Juntos grabaron innumerables canciones que se convirtieron en himnos del tango, tejiendo así historias de amor y melancolía que resonaban en el alma de quienes las escuchaban. También formó dúo junto a Ángel Cárdenas. Tras separarse de Troilo, Goyeneche continuó su camino como solista, explorando nuevos horizontes musicales, resonando en los reductos tangueros más reputados de Buenos Aires. En el trayecto de su carrera, colaboró con destacados directores de orquestas de su tiempo como Armando Pontier y Raúl Garello. Inmortalizó piezas de Atilio Stampone y Homero Manzi, grabó en colaboración discos memorables donde logró recrear clásicos del tango llevándolos a nuevas alturas artísticas. En 1969, también grabó dos temas junto a Astor Piazzolla, con quien en 1982 se presentaría en el Teatro Regina. Su colaboración marcó un hito en la historia del género, desafiando las expectativas y redefiniendo los límites del tango tradicional. A lo largo de la década de 1970 continuó brillando como solista, construyendo aún más su estilo propio, cautivando audiencias con su voz inconfundible fusionada en interpretaciones magistrales. Cabe destacar que fue la llave conectora en las nuevas generaciones que afloraron el interés por el tango; en pocas palabras, fue un cantor distinto, un cantor que, a pesar de enfrentar desafíos de salud en la década de 1980, nunca dejó de cantar.

Un genio que no paraba de sorprender
A mediados de esta década, trabajó en la pantalla chica y grande con el cómico Jorge Porcel en la televisión y con Pino Solanas en el cine, actuando en “El exilio de Gardel” y “Sur”. En 1993, el sello Melopea registró “Amigos”, su último álbum. Lo acompañaron en esta ocasión Esteban Morgado, Walter Ríos, Néstor Marconi, Litto Nebbia, el Sexteto de Carlos Buono y Adriana Varela, de quien es padrino artístico.
Su figura fue y es venerada por las nuevas generaciones. Su legado musical trascendió fronteras, llevando nuestra música a escenarios internacionales: París, Nueva York y más allá en cada rincón del mundo como en los escenarios más prestigiosos de Buenos Aires y el resto de Argentina. Incluso en sus últimos días, su presencia en las actuaciones irradiaba una energía y vitalidad que trascendía el tiempo y el espacio.
El 27 de agosto de 1994, día de su fallecimiento, se llevó a cabo un emotivo tributo a su inigualable contribución al tango, cuando la tribuna local del Estadio Ciudad de Vicente López fue nombrada en su honor. Entre sus tangos inolvidables resuenan "Afiches", "Balada para un loco", "Como dos extraños", "Chiquilín de Bachín", y “Naranjo en Flor”, entre tantos otros.
Aunque el querido Goyeneche ya no está físicamente entre nosotros, su recuerdo sigue palpitando entre todos los amantes del tango, y en una dedicada canción que siempre lo recuerda, “Garganta con arena”, compuesta por Cacho Castaña en 1993 a modo de homenaje a Roberto Goyeneche, en la voz de “La Gata” Adriana Varela, una canción hecha tango que quedó en la memoria popular.¤

Fuentes: Saavedra online
Fotografías restauración: Cortesía / FQ